El retorno
Ésta es la
calle donde
naciste.
Ésta es la llave que se te cayó en la nieve,
y éste es el
abrigo que te pusiste para ir a buscarla.
Éste es el
cielo visto desde la ventanilla del avión, la mañana que te fuiste
del país.
Éste es el lugar del que pensabas que jamás te irías.
Éste es el
sándwich que comiste en la escalinata de una iglesia,
las migas
que les diste a las palomas. Ésta es la funda de la almohada
que todavía
tiene pelos tuyos. Esto es el verano.
Éste es el
continente que cruzaste,
la carta que
pusiste a lavar con la ropa por error,
el cuchillo
con el que te cortaste picando una cebolla.
Ésta es la
maravilla de poder reconocer a un amigo por su tos
en el cuarto
de al lado. Esto, aunque estás durmiendo, es un ratón
debajo de
las tablas de madera del piso, ésta es la luz que las recubre,
y éstas son
las sombras que salpican la columna vertebral
de alguien
que está acostado boca abajo.
Esto es casi
lo que querías decir.
Esto es
alguien que toca una pieza de Brahms en el piso de abajo,
el vaso de
agua que tiembla sobre el piano, el agua derramada.
Esto es
enojo, ésta es una clase de manejo, un año de tu vida; la parada del camión,
la sábana,
la ola de calor; éstos son los
fuegos
artificiales que mirabas a lo lejos,
que en
silencio brotaban como flores en los montes oscuros.
Ésta es la
forma en que miras a la gente en el tren
para luego
extrañarla. Ésta es la fe, como un nudo en la soga
que estás
trepando, y éstos son tus dedos, ardidos y despellejados
alrededor de
ella. Esto no es una excusa. Esto es el mar, adentro
de un
caracol. Esto es el mar.
Esto es,
según parece, a lo que hemos llegado.
Ésta eres
tú, si vuelves tras tus pasos.
Ésta eres
tú, si no regresas nunca.
Fuente: www.transtierros.com
La metafísica de Pedro el heladero
Según lo veo yo, el cielo es otro
mundo, nada más,
y yo no soy de ahí.
Vi un programa en la tele acerca de los peces de las profundidades,
que viven tan profundo que casi no son peces, sino apenas
pinchos y lamparitas que relumbran en un lugar extraño.
Nosotros no podemos bajar tanto, excepto en una máquina.
De intentar respirar, nos ahogaría el agua,
y nos aplastaría la oscuridad. Mientras que aquellos peces
se la pasan nadando por ahí, con sus luces de giro y sus dientitos,
comiendo lo que sea que ellos comen,
todas nuestras palabras y los planes que hacemos no nos sirven de nada;
y todas esas sombras y las cosas que brillan,
junto con la comida invisible de los peces,
tienen bastante más sentido que nosotros.
¿Por qué sería diferente el cielo?
Otro país por el que para entrar tenemos que morir,
y donde ya no importan la tierra ni la sangre ni los huesos,
y hay que aprender a parecerse al aire
después de caminar por tantos años.
Cuando a la noche prendo una vela al costado de mi cama,
eso es lo más que llego a parecerme
a los peces de las profundidades.
Se me voló el sombrero un día de viento;
quizá eso se parezca un poquito a volar
o a tener un espíritu o a ser uno. Jamás volví a encontrarlo.
Quizá llegue a algún lado antes que yo,
quizá me quede donde estoy sin él.
Fuente: www.multiversos.com
Robin Myers: 1987, New York, Estado Unidos de Norteamérica
Traducción: Ezequiel Zaidenwerg
Imagen: www.poetryinternational.blog.org