La anfitriona
con
los pasos breves y discretos
propios de la derrota, baja
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escalones tomada del barandal
de
la alta noche;
como
en una escena en blanco
y
negro, lentamente arrastra
la
gabardina como quien espera
lluvia o viento;
abre
el coche, mete la llave
para
encenderlo y observa
en
la luna del retrovisor
el
cigarrillo tembloroso, anhelante;
por
fin el coche arranca
en
dirección al tumulto
de
aquella que olvidó llaves,
cepillo y pashmina en el baño;
si
la alcanzo le digo que vuelva
que
la perdono que no se agite
que
llore en mi hombro que beba
de
mi cáliz que acomode los espejos.
La otra
la
otra, la que no quiere
volver a casa, dilata la noche
del
sábado en el apeadero
para
el empleado pobre;
sujeto el pelo en chongo
lleva consigo los secretos
de
la noche, viste para ello
unos
jeans entallados;
nunca se sube a la báscula
ni
se toma la estatura 1.60,
prefiere chicles de menta
y
anteojos en el tupé;
gira
en un tacón cuando
desde un coche le gritan
su
precio, aunque ha de
conseguir el gasto semanal;
si
se le hace más tarde
sin
enganchar al pez
de
los billetes, sabe
a lo
que se expone:
a
que la encuentre el sereno
ya
con el chicle derrotado
y la
cama a solas.
Uriel Martínez (1950, Zacatecas, México)
Imagen: www.elcarnavaldelolvido.blogspot.com
1 Comentarios:
Me gusta, no me conmueve, pero me gusta. Gracias!
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